34~ Experiencia Vipassana Parte 3: Los primeros recuerdos
- AV
- 28 may 2023
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 10 jun

Me había levantado a las 4 am, me había quedado dormida en la meditación y encima no me había convertido en Jane de los X-men ni me perfilaba hacia eso. ¡Bienvenidx al mundo real! La realidad no es la que esperamos ni la que queremos. ¿Te suena? Nada nuevo,¿no? La cotidianidad de la vida diaria, quizás por eso Buda lo enunció como la técnica de la liberación del sufrimiento: una forma de sobrellevar el sufrimiento diario de expectativa-realidad, la base real y última de todos nuestros padeceres.
Mis medicinas se habían acabado, no mejoraba y la idea de tener hepatitis me acechaba un poco más. Tomaba toda el agua que podía, hacía días que solo comía arroz blanco y avena y dormía en cada momento libre para que mi cuerpo se recupere.
Decidí hablar con el monje en frente del Gran Salón-y de todos los asistentes expectantes-, 100 hombres y mujeres sentados en posición de meditación-, esperando que algún sonido saliera de la boca del maestro para tomar nota. Después de contarle con detalle mi situación sanitaria personal, después de rogarle que dejara entrar a un médico para que me “vea”, después de contestarme que NO rotundamente y después de volver a repetirle en frente de todos las 20 veces que iba al baño por día, conseguí que me consiguieran algo de medicina. El médico no pudo entrar pero por lo menos una de las voluntaria me "vio" y me dijo que - según ella- no tenía hepatitis. Un día después me llegó la medicina, como si estuviéramos verdaderamente aislados. Quizás lo estábamos- menos mal que no era una emergencia.-
Me calmé un poco, por lo menos “alguien “me había “visto“. Ya no éramos solo yo y mi mente generando escenarios catastróficos de muerte y destrucción.
India es una honra a la paciencia y al cultivo del control mental.
Eso también es una verdadera práctica meditativa.
Amanecí un poco mejor. La medicina me dio esperanza y creo que también se me había ido un poco el susto de sentirme sola y vulnerable. Ya podía hacer algo más que sobrevivir y poco a poco empecé a ponerle más energía a la práctica.
Las meditaciones de las 4.30 am eran complicadas. Era un desafío meditar dos horas seguidas cuando aún era de noche y no empezar a dormitar, o peor aún, quedarse dormido por unos minutos.
-Be aware- decía Goenka- Permanece atento, consciente…Percibe tu respiración… Percibe cada sensación en tu nariz… el aire entrando por tus fosas nasales…el aire zzzzzzzz……de tus…..ggggggggggg…
De repente estabas dormitando, en alguna ensoñación o simplemente rindiéndote al hecho que era demasiado temprano para estar con los ojos cerrados tanto tiempo sin tentar al diablo.
Los primeros tres días de la práctica tenían como fin desarrollar la concentración- Samatha- basada en la observación de la propia respiración natural- Anapana-. Este paso era la preparación para lograr la estabilidad mental que tanto necesitamos todos y que íbamos a necesitar para poder enfocarnos, luego, en el objeto de meditación de la técnica Vipassana: la sensaciones del cuerpo y de la mente. El objetivo era comenzar a entender cómo los cambios- físicos y mentales- nos atraviesan momento a momento, continuamente, sin parar, en la meditación y lo más importante, en la vida diaria. Un concepto tan central en el budismo: la Impermanencia. Nada es permanente en esta vida, lo único constante es el cambio. Y de ahí comenzar a vislumbrar que bajo esa premisa, aferrarnos a querer conservar cualquiera de esos estados cambiantes por naturaleza en la forma que sea nos genera sufrimiento. Cosas, personas, estados mentales, sentimientos... Simple y claro. Entonces luego de desarrollar la concentración necesaria íbamos a ir por el plato principal: empezar a trabajar en la aceptación de la realidad tal cual se manifiesta en el momento presente. Feliz, dolorosa, molesta, tranquila, inquietante, cambiante. Después de presenciar las charlas de Goenka y comenzar a entender un poco más de qué iba todo, empezaba a ponerle otro esfuerzo a la práctica. Al final no se trataba sólo de meditar y poner la mente en blanco, o sentir algo sobrenatural como todos pensábamos o ver colores y formas, sino que tenía que ver con cosas más reales y menos fenoménicas, pertenecientes a la vida real y a todos los sentimientos que pasaban por nuestra mente cuando estábamos meditando o mejor aun, cuando no podíamos meditar. Cómo empezar a manejar la frustraciones de quedarte dormido, de no poder concentrarte en toda la sesión, de que tu mente flote como es usual o que salte de rama en rama como un monito en bucles sin fin.
El objetivo de la técnica Vipassana es estar consciente de la realidad como simplemente es - no cómo queremos que sea- y aceptar como está tu cuerpo y tu mente en ese momento sea como sea que se sienta: frustrado, dolorido, enojado, dormido, concentrado... y desde ahí, volver a la práctica- empezar de nuevo- , con amor, disciplina y tolerancia.
Al final el único desafío era aceptar la realidad tal cual era, aquí y ahora. Solo ”eso”.
Cómo si fuera sencillo...

Sonaba hermoso, pacifico, permisivo, pero no por eso menos frustrante. Era casi imposible no sentir que estabas perdiendo el tiempo cuando todos esos obstáculos pasaban con frecuencia en el mismo momento en que vos querías “entrenarte” en meditación. Era difícil no enojarse, fastidiarse, perder el entusiasmo y la poca paciencia que habíamos conseguido. Volver era la clave importante. Como en la vida. Las cosas raramente son lineales y funcionan, pero el verdadero truco y desafío es la capacidad de volver, con calma, al centro. Retomar ya implica dos cosas: que tuvimos la lucidez para percibir que nos desviamos y también la templanza para volver al eje. No menor.
Con el paso de los días entendíamos cuál era la verdadera batalla. No era el performing, no era hacerlo correctamente, porque en realidad no existía una manera correcta de hacerlo- igual, igual que la vida- Se nos estaba proponiendo percibirnos dejando las expectativas de lado, incluso esas mismas que tenían que ver con lograr meditar. Soltar todos los anhelos y las proyecciones y solamente rendirnos a la práctica. Una vez más surrender, surrender, surrender ( rendición, rendición, rendición).
Me había levantado a las 4 am, me había quedado dormida en la meditación y encima no me había convertido en Jane de los X-men ni me perfilaba hacia eso como pretendía. ¡Bienvenido al mundo real! La realidad no es la que esperamos ni la que queremos. ¿Te suena? Nada nuevo ¿no? La cotidianidad de la vida diaria, quizás por eso Buda lo enunció como la técnica de la liberación del sufrimiento. Es justamente eso, una forma de intentar sobrellevar el sufrimiento diario de expectativa-realidad, la base real y última de nuestros padeceres.
Ahora lo estábamos poniendo en práctica arriba de un almohadón de meditación, pero el concepto era una idea central que se extendía a la vida diaria. La batalla no estaba solo cuando nos sentábamos con las piernas cruzadas cada sesión, sino que estaba afuera de él también- y principalmente allí-, en la cotidianeidad de la vida diaria, segundo a segundo: Aceptación de la realidad tal cual es y dejar de aferrarnos a nuestra necesidad constante de querer que el presente sea SIEMPRE COMO DESEAMOS QUE SEA. Y todavía pensamos que meditación es solamente no pensar en nada y bajar el estrés… Al final siempre se trata de estar más despiertos y de expandir nuestra consciencia, en todas las direcciones y de todas las maneras posibles. Al final meditación no es solo sentarse con los ojos cerrados, meditación es una forma de vivir, de estar y de hacer con presencia y consciencia sobre uno mismo, adentro y afuera del almohadón. Entonces, lo que nos estaba dando el Vipassana no era solo concentración sino era una filosofía de vida para entender como sufrir lo menos posible.
“La sadhana - la propia práctica o el propio camino espiritual-
es ese proceso bienaventurado a través del cual te das cuenta de que no hay ningún lugar al cual ir. Cuando cesa la necesidad de ir, tu sadhana es exitosa.
Entonces simplemente te sientas “
Sadhguru

Las caminatas al sol me daban mucha paz. Mi cuerpo volvía a tener algo de energía para pensar independientemente de mis intenciones y poco a poco empezaron a aparecer recuerdos de cuando era chica. Esos difusos, que se parecen más a sensaciones, esos que pensabas que estaban casi olvidados, pero no...
Me vi de pequeña a mis 5, 6 años. Me vi sufriendo, me quise abrazar.
-¿Cuándo fue que empecé a estar triste?- pensé.
¿Habrá sido con la separación de mis viejos? ¿el ambiente de gritos donde crecí? ¿La sensación de angustia? ¿Esas discusiones interminables, donde me mandaban al cuarto de abajo para poder pelear “tranquilos” mientras se mataban en el comedor y se olvidaban de todo? ¿Incluso de mi? Como si un par de metros de una escalera al exterior pudieran invisibilizar la situación... Ni la música alta podía tapar esa sensación de miedo que sentía, de ser pequeña, de no entender y de no saber que iba a pasar después, porque aunque uno es chicx y no entiende sabe que lo que está pasando no está bien. Esa sabiduría innata infantil.
¿Habrá sido cuando mi papá ya desbordado se iba de casa, no sin antes decirme lo mal que estaban las cosas, que solo lo hacía por mí y que yo era el único hilo irrompible que los mantenía unidos? ¿Unidos o pegoteados? Lastimándose. Ese hilo asfixiaba. Nos asfixiaba a todos y parecía ser que ese hilo era yo misma.
Me dí cuenta que ahí fue cuando empecé a escribir como una salida de escape. No escribía, vomitaba sentimientos tristes. “No quiero crecer más” escribí un día en mi pizarrón inspirada en una serie de turno donde la protagonista adolescente tomaba pastillas para desaparecer de la tierra. Ella se había convertido en mi heroína. Era chiquita y no me daba cuenta, pero ya en ese momento la vida me pesaba un montón.
De grande me rebele lo necesario para dejar bien enterrada a esa niñita asustada y logré ocultar tanta violencia y tanto dolor que por mucho tiempo se sintió como algo normal. ¿De verdad lo logre?
Solo me olvidé de esa niña temerosa y triste, que lo único que quería era tener una familia “normal”, si es que eso existe. Quizás ahora, aunque me hiciera la "dura" seguía buscando lo mismo. Aunque me escondiera detrás de una remera de una banda de rock, de una batería ruda, de carcajadas estruendosas y chistes sarcásticos, de cervezas infinitas. Buscaba eso que no había podido tener: una familia o más puntualmente, un compañero que sea un hogar.
27 años después, caminando entre los árboles Bodh Gaya- India, la estaba viendo de nuevo. Seguía sentada en el mismo sillón de Avellaneda con su vestido con volados, su sonrisa gigante y su pelo largo. La veía visitando a su papá en la pensión donde él se había ido a vivir, haciendo tortas en la cocina y yendo a comprar juntos los materiales para hacer las manualidades que veía por la tele. Ella estaba empezando a llorar también.
Después de unos meses oscuros de adolescente, donde la heroína de las pastillas se materializó por un tiempo, mi prima me llevó a un grupo de jóvenes cristianos y con 16 años empecé a buscar a Dios- más bien era como un reencuentro-.
Ahí me di cuenta que quizás siempre había buscado a Dios, a algún Dios. Recordé que cuando tenía 6 o 7 años sin saber nada de nada empecé a decir que era budista o hinduista, y que creía en la reencarnación. No sabía bien la diferencia ni tampoco que quería decir pero eso es lo que repetía sin cesar. No sé de dónde había sacado esas ideas que nadie en mi familia tenía…Pero ahora por primera vez puedo empezar a pensar que quizás en alguna vida pasada lo había sido.
En realidad, lo que siempre había buscado desde chica era un poco de paz. Quizás por eso me convertí en psicóloga, no solo para ayudar a los otros, sino para ayudarme a mí misma en el proceso. Luego nos damos cuenta que no funciona así, que igual y todo vamos a necesitar de ese Otro que nos haga ver lo que solos no podemos. El tiempo pasó, pero lo que seguía buscando de grande era lo miso: un poco de paz.

-Uno mismo, cuando empieza a abrir su consciencia y su percepción puede descubrir que “fue” en su vida pasada, solo hay que prestar más atención a esas cosas de la infancia que aparecieron sin sentido aparente. Esas ideas que a veces nos parecen random son cosas que muchas veces- o casi siempre- uno arrastra de otras vidas….
De a poco la imagen se fue esfumando, como en las películas y volvió Joan, despacito, como quien no quiere la cosa. La mente es como una cinta cinematográfica, el problema es que suele ser reiterativa y monotemática.
-¿Y si nos damos otra oportunidad? ¿Y si nos reencontramos en Bali como la película y probamos de otra manera, lejos de todo como siempre soñábamos? Un verdadero ultimátum… Yo estaba lista para dejarlo todo. Es más, ya lo había dejado todo. -¡Dios, hasta donde queres llegar mujer!- Me contestaba mi superyó respondiéndose a si mismo. Mi mente ya empezaba a planear como se lo diría, cuando y con qué tono de voz. Con el sol en la cara caminando en lo pacifico de ese jardín y toda esa calma en mi cuerpo, podía perdonarlo por todo lo mierda que había sido en los últimos meses- no los últimos últimos, mas bien me refiero a los anteúltimos, antes de darse cuenta que había sido un mierda e intentar remediarlo...fue una historia larga.- Bajo la luz de esas mañanas, el corazón se me estaba ensanchando de nuevo y podía comprenderlo,- comprenderlo aún más –. Eso me era fácil como buena psicóloga, el problema es que casi nunca podía comprenderme a mí misma en ese proceso, ni tampoco a mis propios fantasmas, que repetía sin tener el coraje para sentarme a reconocer.
Quería salir corriendo del retiro, pedir mi celular y llamarlo por teléfono para comunicarle la conclusión a la que había llegado apresuradamente. Evidentemente la medicación me estaba haciendo efecto, ya tenía más energía, pero por suerte todo lo que quería hacer estaba prohibido. Quizás esa era una de las razones por lo que lo hacían, para enseñarnos incluso a controlar esos insight repentinos de amor, claridad, arrepentimiento e impulsividad. De todas maneras no pudieron evitar que lo haga una semana después, con el mismo amor rebosante pero un poco más de cordura, recaudo y dignidad.
Estaba caminando por un ashram en India, pero me imaginaba cocinando torta con Joan en Bali. Conocer Bali era el único deseo real que había tenido en los últimos tiempos. Nos imaginé ahí, suspendidos en el tiempo, sin tener que correr, simplemente sentados en un sillón sin hacer nada, haciéndolo todo. Disfrutar de un domingo y del humito de una torta casera recién hecha. Que imagen hermosa y tentadora para salir del infierno en el que estaba viviendo. Ese hecho simple: cocinar algo con amor me era un montón. Los últimos meses de mi vida no podía ni siquiera cocinar para mi misma más que por la obligación de nutrir mi cuerpo y cada vez que me sentaba en un restaurant me pedía una cerveza, como si el lúpulo y la cebada pudieran allanarme el camino, que obviamente no hacían. Nada podía allanarme el camino más que yo misma, pero "yo" estaba completamente deshecha. Entonces, ¿quien estaba al mando? Buena pregunta... ¿Cómo y cuándo me había olvidado de todo lo que disfrutaba cocinar? De cuando me peleaba con mi madre para que me deje enchastrarme las manos y usar la cocina. De todas las pastafrolas, postres, pastas caseras, salsas gourmet... Todo eso había desaparecido de mi vida como si fuera otra persona, otra que ya había perdido el apetito, por la comida y a veces por la vida en general. Mi mente estaba tan abrumada con preguntas futuras a resolver que el día a día se me estaba yendo de las manos y los últimos años lo único que me hacía feliz era Joan. Pero más que hacerme feliz se había convertido en mi peor pesadilla, una de la cual no sabía ni por donde empezar a alejarme. Y ahí me di cuenta que mi propia felicidad no estaba ligada a mi misma, la estaba poniendo en el otro: en el "amor", en mi anhelo, en la peli que me estaba contando y en cosas completamente estáticas que necesitaba alcanzar. Pero ya ven, todo cambia, entonces "eso" se me estaba poniendo bien difícil.
Cuando me dí cuenta la mejor idea que tuve fue volar a India, porque de verdad necesitaba un electroshock. Porque como si hubiera tenido una revelación, en un segundo de lucidez lo había entendido todo y sabía que era complejo. Mi visión de la vida estaba muy errada, y pude verlo en retrospectiva, en cada una de las búsquedas que había emprendido. Me había dado cuenta que había planteado mal todos mis problemas, y no desde ahora, desde antes, probablemente desde que tenía 6 o 7 años. Y empezaba a ver que el puente que había construido a modo de "atajo", esa respuesta a la pregunta enoooorme por la felicidad, era solo una "excusa" para no desplegar la verdadera pregunta que tanto asusta, como diría Lacan: ¿Que era lo que me hacía feliz...? Ese puente-atajo era una mentira, porque básicamente me estaba condenando a ubicar mi felicidad afuera, y eso era un problema enorme. Y lo peor de todo, es que el problema ahora no era solo Joan, ahora era fundamentalmente yo misma. Y enfrentarse a uno mismo es lo más difícil.
Había algo en mi cabeza que estaba mal planteado, necesitaba encontrar el punto de fuga porque veía que "eso" hacía años que me estaba consumiendo.
Por eso vine como vine a India: a enfrentar cara a cara a todos mis fantasmas, a descubrirlo o a morir en el intento. No hace falta aclarar que nada de todo esto era un juego para mí. Era sin duda la decisión más seria que había tomado en toda mi vida. Sí, así de dramática.

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