35 ~ Experiencia Vipassana Parte 4: Impermanencia.
- Ayelen Vittori
- 26 may 2023
- 13 Min. de lectura
Actualizado: 10 jun

Las hojas secas cubrían el patio. Vi a una hormiga transportar una pluma que era 100 veces más grande que su tamaño. También vi a una señora hacerle una trenza a un árbol con las lianas interminables que colgaban de él. Estábamos suspendidas en el tiempo, en la magia de un mundo paralelo y eso empezaba a sentirse.
En los 5 minutos de recreo todas íbamos a llenar nuestras botellas de agua por inercia. No se si realmente teníamos sed o no, pero era algo automático y además, era casi lo único que podíamos hacer en ese respiro de aire.
Ya empezábamos a conocer todos nuestros movimientos, como hormigas saliendo del hormiguero.
Todas tenían las mismas caras de calma, entrega y/o desolación. Por lo menos eso parecía.¿También sienten la frustración que yo siento? Es difícil leer emociones cuando no podes hablar. Todas parecíamos terriblemente serias, pero solo era por la falta de sonidos. Las hojas secas cubrían el patio. Vi a una hormiga transportar una pluma que era 100 veces más grande que su tamaño. También vi a una señora hacerle una trenza a un árbol con las lianas interminables que colgaban de él…Estábamos suspendidas en el tiempo, en la magia de un mundo paralelo y eso empezaba a sentirse. Las meditaciones se volvían más enfocadas y de a poco me "bajaba" cierta “información”. Recuerdos, sensaciones, verdades, insight de mi vida. Aunque la consigna era solo aceptar la realidad tal cual era, mi ego veía pequeños progresos y mi mente exitista sonreía.
Para el cuarto día me di cuenta que el gran Gompa lo compartimos con hombres también, que ocupaban la otra mitad del salón. Se ve que eso de estar enfocada en mi misma había hecho efecto. De a poco me iba sintiendo mejor y estaba más despierta.
Al lado del monasterio había una casita humilde. El fin de semana ponían música alta y inexplicablemente a veces sonaban canciones latinas. Me encontré caminando entre los árboles mientras se escuchaba“Despacito” de Luis Fonsi en el pueblito remoto de India donde estábamos. Sí, hasta acá había llegado la canción. La música me traía recuerdos, reavivaba sensaciones. Me recordaba a mí misma meneando hasta abajo con interminables vasos de cerveza bailando sin parar, queriendo que esos momentos no terminaran nunca. Ahora estaba muy lejos de eso- mental y físicamente. Una parte mía quería volver a esos instantes de ignorancia pura, de “disfrute” y de anestesia. La apertura de conciencia conlleva responsabilidad y esfuerzo. Se veía todo tan fácil por allá...¿De verdad lo era?
“No puedo cargarte en mis hombros.- dijo Buda- El camino tienes que hacerlo por ti solo. Paso a paso, experimentando cada una de las verdades del proceso, por medio de tu propia experiencia. Cada paso requiere tiempo y esfuerzo personal”
A cada hora las cosas iban tomando otros colores y otras formas. Estar incomunicado y presente todo el tiempo hace la que mente abra espacios que casi nunca exploramos
A pesar de todo, en mi lista imaginaria de objetivos todavía me seguía preguntando que me hacía feliz. Sí, aún iba por esa parte.
Los procesos y las respuestas requieren tiempo y habitualmente no son lo que nosotros queremos.
De repente aparecían frases. De a poco empezaba a entender cuando todos hablaban de esas “bajadas” de información. No las pensaba, no las buscaba, solo aparecían en la mente en forma random en algún vuelta de ese caminar pausado.
-¿Si te morís mañana que te gustaría hacer hoy? Ejercicio fácil: -Enamorarme, que se enamoren de mí, vivir en una casita simple mirando una montaña, un lago, una playa o cualquier cacho de naturaleza y tener tiempo para disfrutar de eso.- Esa era la imagen mental que arrastraba como felicidad desde hacía muchísimo tiempo. Ahí ubicaba mi alma la “solución” a todos los “problemas”. No lo aparentaba y paradójicamente tampoco actuaba en concordancia a eso, pero si debía contestar seriamente- y eso es justamente lo que estaba tratando de hacer ahora- eso era lo que profundamente quería.
- Antes de enamorarte de otra persona tenés que enamorarte de nuevo de vos misma…- dijo otra voz, que salió de adentro mío también.
-Si, lo se, lo se…ya lo se...

¿Cómo pude tardar tardar tanto en darme cuenta que mis compañerxs estaban usando un montón de almohadones para sostener su cuerpo? ¿Siempre vivo en mi propia burbuja? El cuerpo dolía. Mantener la postura era difícil.
-Solo son 10 días, cuando no puedas más pensá eso, son solo 10 días de tu vida. ¡¿Y qué son realmente solo 10 días en una vida?! Ilo mi amiga, quien ya había hecho Vipassana me había dejado esas palabras de aliento antes de irse. Yo, que estaba más que entusiasmada con la idea del retiro, de momento solo iba contando los días como los presos. Me forzaba por participar de todas las meditaciones aunque tuviera sueño, aunque estuviera dispersa, aunque los pensamientos no me dejaran en paz. Me impulsaba por lo menos a intentarlo.
Al cuarto día de meditar 10 horas diarias sobre un almohadón en el piso ya no sabíamos cómo sentarnos. Nuestras espaldas ya no eran espaldas, eran bloques rígidos y sectorizaciones de dolor que parecían acuchillarnos. La mañana había sido terrible, en las dos primeras sesiones no había podido meditar, tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no quedarme dormida. ¡Que sensación tan horrible!… Sabes que te estás quedando dormida, sabes que querés despabilarte pero tenes los ojos cerrados en la oscuridad de la madrugada.
La meditación se me volvía monotemática, me aburría y no terminaba de encontrarle el verdadero sentido. Mis expectativas estaban puestas en algo más que eso: más complejidad que solo respirar, poner el foco en la respiración y volver a respirar.
Expectativas. Gran tema.
Expectativa- realidad- ilusión. La diferencia entre lo que deseamos, lo que obtenemos y ese resto de sufrimiento constante. Frustración, enojo, sin sentido, angustia, desesperación y la rueda de hámster otra vez presente.
-¿Dejaste todo por esto? - decía una de las voces.
¿Siempre asociamos la sabiduría con complejidad y logros estruendosos?
Esa era parte de la lección.
Al final, lo difícil en los tiempos de hoy es poder sostener lo más sencillo, poder parar los movimientos agitados de la mente: solo respirar y ser consciente de eso.
Nada más ni nada menos.
¡Qué simple! ¡Qué inconsistente! ¡Qué obviedad!
¿Donde se esconden los trucos y la magia?
(...)
¿Cuántas veces podemos solo estar presentes en la respiración sin hacer nada más?
No, no eso… ¡Presentes digo! sin hacer otra cosa y estando full consciente de la situación… ¿Cuantas veces por día?
Siempre ponemos cosas en los momentos “vacíos”. Siempre hay algo para hacer, algo para aprender, algo para mejorar, algo para “aprovechar el tiempo”, algo para el "mientras tanto" y así nuestra mente flota de un lado a otro en una lluvia imaginaria de ideas que se roban el ahora.
"Cuando como, solo como. Saboreo cada bocado, disfruto cada sabor, tengo una relación y una experiencia con mi comida. Cuando escucho, solo escucho. Cuando duermo, solo duermo..."
¿Cuantas veces lo hacemos con consciencia plena? y no pensando o planeando los próximos pasos, la próxima cena o que contestar, o mirando el celular como zombies que cuando nos queremos dar cuenta ya la comida se acabó y casi ni la saboreamos verdaderamente? ¡Mierda! Pasó otra vez... Casi nunca estamos en presencia de lo que realmente hacemos, nuestra mente siempre está en otro lado, en la jugada siguiente, corriendo otra zanahoria, la del futuro o la del pasado, pero ¿realmente en el presente? Difícil. ¿Cuántos de ustedes pueden hacerlo? Disfrutar, experienciar con todos sus sentidos, dimensionarla, agradecer. Estábamos intentando volver al punto cero.

El discurso nocturno parecía haber escuchado mis reclamos. Esta vez Goenka empezó hablando de la Impermanencia, una de las nociones centrales. - Todo es evanescente, lo único constante en la vida es el cambio y eso podemos verlo en todo, absolutamente en todo lo que nos rodea. En la naturaleza entera pero en nosotros mismos también. En el cuerpo, en las emociones cambiantes, en la evolución, en la muerte, en la degradación de las sustancia y en todos los objetos perecederos. Nos miramos al espejo y sentimos que hay un “ yo” estable y completo, que somos la excepción a la regla y a pesar de que sabemos de la existencia de muerte, vivimos como si la ignoráramos. Creemos determinantemente que hay un “yo” que es acabado, palpable y permanente. ¡Los sentidos lo prueban! Un ser sustancial, que tiene una esencia o que por lo menos debería tenerla... Y ahí está el problema existencial número uno: Si mi “yo” tiene una esencia, ¡necesito encontrarla! Y aquí la pregunta que nos acompañará a lo largo de nuestra vida: ¿Quién soy?
Si miramos un río desde lo alto, creemos que hay un cuerpo de agua permanente, una unidad, una totalidad que fluye. Pero si nos detenemos en lo micro, nos damos cuenta que en realidad son un conjunto de miles y miles de pequeñas corrientes de agua, todas en movimiento, todas cambiantes. Si decides seguir una gota o corriente de agua te darás cuenta fácilmente que ésta se mueve rápidamente y nunca vuelve a pasar dos veces por el mismo lugar. Y más aún: si miras un solo tramo del río, verás que esa agua jamás será la misma que lo atravesó dos segundos atrás. Entonces, ese río que "percibimos" como completo y sustancial no son más que miles de corrientes de aguas distintas, cambiantes, sustituyéndose unas por otras, llegando y retirándose de la escena. En el instante próximo no podremos nunca encontrar la misma exacta constitución de agua, porque ya pasó, porque ya es pasado, porque ya cambió de forma.
Sin embargo, la ilusión del "río" como totalidad es una convención, nadie se cuestiona la naturaleza cambiante del Río de la Plata ni del Océano Pacifico segundo a segundo. Tiene un nombre, pareciera que es siempre el mismo. Pero ¿podrías encontrar exactamente el mismo río hoy que ayer?
Los budistas usan mucho esta comparación para explicar la impermanencia. Lo mismo que la llama de una vela o la corriente eléctrica de una bombita: parece siempre la misma, pero si observamos bien son miles de llamas distintas que se aparecen, se suceden y desaparecen. Lo mismo ocurre con la ilusión de la luz estable que vemos en la bombita. En realidad, son miles de fotones en movimiento apareciendo y desapareciendo, pero invisibles al ojo humano. Y así con todo, con cada objeto material que constituye la realidad. Entonces lo que "vemos" es la ilusión de nuestros propios sentidos.
Exactamente lo mismo sucede con nosotros en el espejo. Nos miramos y nos creemos con esa misma esencia. Creemos que como el resto de las cosas debemos estar conformados por una identidad estática, segura, consistente que está en algún lugar o que hay que construir en algún momento. Eso es lo que nos enseñaron, eso es lo que reafirma nuestro espejo cada mañana, y más aún, eso es lo que estamos buscando casi constantemente. Cuando en realidad somos como el río, la vela, y la bombita. Nuestra piel cambia cada 30 días, nuestros tejidos se van degradando segundo a segundo, se avejentan, miles de células nacen y mueren, nuevas conexiones neuronales se crean y se modifican pero claro, no llegamos a percibirlo así. En el espejo, la “yo de hoy” es bastante parecida a la “yo de ayer” y eso es lo que intentamos prolongar y perpetuar, invisibilizando los cambios. Queremos encontrar las verdades últimas de quienes somos como si fueran las mismas siempre, como si hubiera alguna fórmula, como si no estuvieran también afectadas por el cambio constante, la ley universal que lo rige todo. Como si fueran exactamente las mismas verdades de la misma persona que fuimos ayer… pero no somos los mismo que ayer, entonces tiene lógica que nuestras verdades tampoco sean las mismas. Es imposible, como el río... Pero eso buscamos, a veces eternamente y casi siempre de forma angustiosa: Encontrarnos, encontrar "eso" que somos. Ese "algo" estático, seguro, acorde a las ciencias positivas y a los mandatos del ser. Como si hubiera algo más allá de donde agarrarse aparte de unos átomos en constante desintegración y una realidad que cambia a cada segundo. ¿Y si esa seguridad que buscamos no existe? ¿o por lo menos no de esa manera? Nos han metido en una trampa sin salida.
«Encontrarme conmigo misma... » Que gran frase. Me lo dije tantas veces que no podría contarlas... Mi psicóloga me preguntaba que quería decir eso. A veces yo también me lo preguntaba. ¿Y si en realidad primero tendríamos que empezar por reubicar todas esas partes que no somos, pero reconocemos como propias, y así empezar a vaciarnos? Vaciarnos de contenidos ilusorios, de esas frases que nos contamos tantas veces que se hicieron reales, de esos "egos-mascara" y así luego de toda esa deconstrucción, ir viendo poco a poco que queda. Como pelar una cebolla, como un ejercicio diario, como lavarse los dientes por la mañana. Hay algo de qué agarrarnos, claro, no todo es tan fatalista- aunque en lo profundo la intención sea una liberación-. Cada tradición lo planteará a su manera pero lo que más me voy dando cuenta es que “eso que queda al final" cada vez se parece más a un espacio de posibilidades infinitas. A una dimensión de apertura tan grande como el universo más que a una forma acabada y estática. La pura consciencia. La verdadera naturaleza de quienes somos, lo infinito, lo mutable, lo divino, el espacio en tanto permite crearlo todo. La transparencencia sin distorsiones, formas ni etiquetas. ¡Que milagro de movimiento!
El budismo Mahayana lo llama vacío, que obviamente es mucho más complejo que el significado coloquial y se refiere a la interconección y dependencia con todo lo que nos rodea.

-La consistencia del yo y de la realidad son una ilusión. Tooodo ese escenario diario que nos empeñamos en sostener minuto a minuto es una ilusión y lo más peligroso, es que no estamos lo suficientemente advertidos de eso.- Goenka se había puesto picante, me gustaba.
Lo que decía se relacionaba mucho con la física cuántica y parecía extraño, pero había dejado de contar parábolas de Buda y de campesinos de época para de repente hacerme sentir que estábamos sentados en una facultad y no en un monasterio.
-¿Qué es esto?- pensé. De repente me dejó con la boca abierta, me empecé a maravillar por las asociaciones que planteaba. Tenía sentido, de hecho tanto sentido que asustaba. Somos vibraciones. Nos vemos al espejo, compramos la ilusión y nos reconocemos como un todo, pero en realidad como el resto de la materia, estamos compuestos por miles de electrones, protones y neutrones en constante cambio y en constante movimiento. Si llegáramos a verlo como en realidad es, se parecería más a una masa de energía difusa moviéndose en conjunto como un holograma. El ojo humano no llega a percibirlo, pero ese detalle no hace que eso deje de existir ni que cambie de forma. Claro que para los paradigmas y los sistemas de medición convencionales y prácticos esta idea se vuelve un poco compleja y seguramente haría decantar todo un sistema construido alrededor de las ideas de solidez, seguridad y estructuras- justamente lo que esta ocurriendo en la época actual en estos momentos-.
Ilusión, Maya, Matrix. Avidya- Ignorancia-
Seguro escuchamos de la “ilusión-trampa” alguna vez, pero por ignorancia, hechos y la necesidad imperiosa de estructura que nos instalaron en la mente, esa realidad pantalla se vuelve más creíble y más sostenible que la otra, aunque en realidad a la larga nos desarme y nos carcoma en lo profundo. ¿Será quizás más soportable ? ¿Tanto le tememos a la "verdadera" realidad? ¿Tan aburrido nos parece el mundo "real"? Confiamos en nuestros sentidos y en todo lo que nos dijeron desde incluso antes de venir al mundo. Como cuando creemos que estamos viendo "UN" río. Ya no lo cuestionamos, solo nos metemos en el agua.
Poder comprender la verdadera naturaleza de la realidad es una de las principales verdades budistas y probablemente la enseñanza más importante de Buda.
Impermanencia (Anicca) repetía Goenka en las meditaciones, en cada sesión, tres veces antes de comenzar, hasta el cansancio: -Anicca, anicca, anicca. Aun recuerdo su tono, sus inflexiones y el ritmo de su voz como un tatuaje sonoro. Equivocamos la verdadera naturaleza de la realidad. Creemos que lo impermanente es permanente y producto de esa misma ignorancia (confusión) le adjudicamos a esa realidad ilusoria rasgos de una consistencia incuestionable: estática, independiente y sólida.
De igual manera nos construimos a "nosotros mismos": independientes del resto, separados y consistentes. En nosotros esa Ilusión se llama Ego. No lo sabemos, pero esa separación -y esa falta determinante que se instaura como consecuencia- se siente tan dolorosa que es lo que siempre vamos a ir buscando sin remedio de objeto en objeto, de persona en persona, de sensación en sensación...
Ese Ego no se llena nunca- porque ya se constituyó separado por estructura- entonces va a haber que alimentarlo pero también protegerlo, porque como toda ilusión corre el riesgo de desarmarse demasiado fácil. Requiere mucho esfuerzo. Por un lado, usara como refugio el apego a cosas placenteras: objetos de "valor" que puedan llenar el vacío que sentimos, sensaciones agradables que nos den felicidad ahí donde eso falta, personas que nos "completen". Cosas que anhelamos y deseamos perpetuar siempre así, porque de eso depende nuestra felicidad, nuestra "completud", nuestra estabilidad. La comida que nos "llena". Por el otro, se va a proteger evitando lo displacentero: objetos, personas o sensaciones desagradables, de las cuales queremos escapar con la misma necesidad imperiosa para hacerlas desaparecer lo más rápido posible, porque amenaza nuestra integridad, nuestra "supuesta" completud, nuestra sensación solida de "bienestar". Nadie nos enseñó que el displacer es tan parte de la vida como el placer y que es tan importante saber hacer con el displacer como lo es disfrutar. Pero en la ecuación mental del Ego, el displacer es veneno. Y en ese movimiento, inconsciente, imperceptible, automático somos solo respuesta, respuesta a estímulos. Buscamos lo placentero, evitamos lo displacentero y así a cada minuto de la vida. Dejamos de elegir y entramos en un ciclo de conductas automáticas pensando que estamos eligiendo, pero en realidad no: actuamos preformateados. Entramos en una rueda de hámster, un ciclo ilusorio e infinito que se repetirá incansablemente, en esta vida, - y si crees en la reencarnación- en la otra vida, y la otra vida y la otra vida. La rueda del Samsara. A menos que despiertes.... ¡BUM! Pensálo un minuto. ¿Cuáles fueron tus últimos movimientos? Automatismo placer-displacer. Freud también hablaba de lo mismo.
Un rico café caliente ( búsqueda de placer), abrigarte ( evitar el displacer), ver a tu novix (placer ), comer ( evitar el displacer o buscar del placer, depende ), una cerveza fría ( placer), y así hasta el infinito y más allá como Buzz Lightyear, multiplicando las posibilidades y complejidades de las situaciones.
¿Cuantas de todas esas veces elegimos con plena consciencia y no respondemos meramente a estímulos automáticos que ni siquiera llegamos a percibir como tal? Poder ser conscientes de esos automatismos, ¿no nos haría, por lo menos, más libres? ¿No nos daría más capacidad de movimiento?
Porque nadie dice que este mal comerte un pedazo de torta, tener novix o comprarte un auto, ¿pero de eso depende nuestra verdadera felicidad? Y seguramente es ahí donde equivocamos el camino.
Y como si todo esto fuera poco y no te hubiera partido la cabeza ya, quizás la parte mas compleja- ¡sí, más aún!- es que nos apegamos a esos objetos y sensaciones placenteras como si no hubiera un mañana y como si DE VERDAD NUESTRA FELICIDAD DEPENDIERA DE ESO.
Dividimos nuestra realidad y nuestras experiencias en un binarismo precario de BUENO Y MALO e intentamos sostener nuestras "situaciones ideales", como si fuera posible, como si pudieran existir para siempre. Como si esas sensaciones pudieran mantenerse en un mundo donde TODO ES CAMBIO...
Que ilusos, ¿no?
Y ahí, cuando esa expectativa engañosa del objeto que yo mismo creé como permanente y " necesario" - pero ilusorio- se corre unos milímetros de lo que esperamos...sufrimos.
Y obviamente, para rematar, nos olvidamos de todo lo antes dicho y solo actuamos desde la inconsciencia.
Les presento según Buda el origen del sufrimiento.

Comments