32 ~ Experiencia Vipassana: 10 días de silencio y meditación. Parte 1.
- AV
- 30 may 2023
- 11 Min. de lectura
Actualizado: 10 jun

Enero 2023. Pleno Invierno. Bodh Gaya, India. El pueblo donde Buda alcanzó la iluminación meditando abajo de un árbol Bodhi. ¿Podría haber sido en un lugar mejor ?
Día 0.
Los malai kofka, esas sabrosas bolas fritas indias que habían intoxicado a mis amigos en Varanasi empezaron a hacerme efecto retardado y decidieron explotar unas horas antes del retiro.
Pensé que me moría.
Nunca vi tanta agua salir de un orificio por tanto tiempo. ¿Dónde estaba contenido todo eso?
Mi cuerpo expulsaba chorros y chorros de líquido color verde al mismo tiempo vomitaba agua como una catarata. Pensé que eso no era físicamente posible, pero evidentemente lo era.
¿Me estaría transformando en el increíble Hulk?
Eso también era magia India.
No pude dormir en toda la noche por la necesidad de evacuar de mi cuerpo casi todo lo que me contenía. Entre eso y rogarle a todos los dioses hindúes que había conocido hace poco tiempo que no sea nada más grave que eso. El retiro empezaba solo en unas horas y cancelarlo no era una posibilidad. Había venido acá exclusivamente para esto y todavía era una persona obstinada. En el Ashram dónde me hospedaba había una clínica ayurvédica. Ahí me dieron unos remedios naturales y también algo de antibióticos. De esa forma llegué al Vipassana, bastante deshidratada y sintiéndome morir. En mi filosofía personal pensé que no podían ser más que buenos augurios. Cuando las cosas vienen muy mal solo queda remontar. Es una cuestión de homeostasis.
Tomé un Tuc-Tuc que me llevó hasta el monasterio budista en las afueras del pueblo. Una parte aún más rural y aún más humilde. El predio donde se llevaría a cabo el retiro era un espacio abierto con campos secos alrededor, como en el resto de Bodh Gaya. El aire era muy, muy tranquilo, como habitar una burbuja en medio de un paisaje semiárido.

Nos registramos. Nos separaron en mujeres y hombres.
Nos pidieron guardar bajo llave durante nuestra la estadía todo lo que nos distrajera de la práctica que íbamos a emprender: celular, aparatos electrónicos, libros, cuadernos para escribir, comida y todo lo que de alguna manera tuviera una connotación religiosa. Íbamos a estar aislados, o mejor dicho, conectados solamente con nosotros mismos. ¡Qué placer!
Mi madre aún seguía sin saber que yo estaba sola en India, entonces debía seguir disfrazando un poco las cosas. Por esos días había decidido decirle que me había mudado al campo, a las afueras de Copenhague donde vivía. Le conté que iba a hacer un retiro y que estaría incomunicada por 10 días…no tan alejado de la realidad. Entonces esos días serían una satisfacción doble para mí: 10 días sin tener que mentir o fingir vivir en otra realidad que no era la mía, lo que venía haciendo hacía ya 2 meses. Por lo menos aliviador. La monje mujer que estaba a cargo de la registración me hizo sacar todos mis anillos, que son literalmente 8, casi toda mi mano. También mi colgante de piedra. No entendí por qué lo hacía hasta que pasaron 3 minutos. Luego de eso, me sentí desnuda por unos instantes. Miré mis manos y no me reconocí. No podía ver a mi antigua “yo” de solo unos segundos atrás. Ya no era ella, ahora era nadie. Ya no me identificaba con mis manos, ahora podrían ser las de cualquiera. Creo que eso era parte del proceso.
Vipassana es un retiro budista de meditación y silencio que dura 10 días, justamente la meditación que el Buda enseño y con la cual se iluminó. Entres sus reglas está prohibido hablar, tener tu celular, leer, escribir y hacer cualquier práctica que te distraiga del propósito del retiro: meditar y rendirte por completo a las técnicas de meditación.
Nos dieron un cuarto a cada una, que era como una pequeña casita de un dormitorio, un baño y en mi caso un pequeño jardín, y un ratito para acomodar nuestras cosas. Lo único que pude hacer fue morir en la cama, que no era una cama real sino una plataforma de concreto con un colchón casi inexistente y duro. Yo estaba muy débil. Me tiré en la "cama" y me desmayé unos minutos. Así iban a ser todos mis próximos huecos libres por los próximos 3 días.
A pesar de sentirme físicamente como si tuviera hepatitis, todavía estaba tranquila, segura y en calma.
Mientras escribo esto, aún recuerdo cada momento y cada caminata lenta en silencio en ese jardín, mirando a la nada con una tremenda paz, pureza y amor. Sin duda uno de los momentos más pacíficos de toda mi vida.

Día 1.
Mi baño tenía un olor infrahumano, todo resultado de mis efectos corporales de limpieza y depuración. El agua que mi cuerpo expulsaba no mejoraba de color ni de cantidades. Para quien nunca experimento la intoxicación asiática es una de las sensaciones más sorprendentes y excesivas que tu cuerpo haya vivenciado. Uno pierde tanta agua que necesita tomar electrolitos para compensar su equilibrio natural y no sentir desvanecerse.
Por lo menos ya no vomitaba.
La casita era un cuarto muy humilde con algunos estantes de concreto, al igual que la cama. El baño no tenía ducha, solo un baldecito plástico para recoger el agua fría que iba a caer sobre tu cuerpo al estilo indio. Como es costumbre aquí, también había un minibanquito plástico para que te sientes mientras te bañabas.
Era pleno invierno, no había agua caliente, así que las duchas iban a ser reducidas. Estaba bien. Todo eso era más de lo que necesitábamos en ese momento y era a lo que veníamos a hacer: vivir con simpleza para poner el foco en lo que sí importaba.
10 días para no preocuparnos por nada más que meditar. 10 días que nos regalabamos- y nos regalaban karmicamente- para solo hacer una cosa: ocuparnos de nosotrxs mismxs y nuestro interior, dejando la realidad del mundo de lado. Unas vacaciones verdaderas de la vida real. No debíamos cocinar, ni trabajar, ni salir a comprar comida, ni interactuar con la gente, ni dar explicaciones ni preocuparnos por cosas de la vida cotidiana ni por el mundo. Suena hermoso ¿no? Lo era. Mi casita daba a un jardín y de día pegaba el sol en los escalones. Una mujer india se paseaba por cada cuarto agitando una campana como despertador a las 4 am. Eso indicaba que las actividades comenzaban y que había que levantarse. Las actividades eran siempre las mismas: meditar, meditar y más meditar. Teníamos 30 minutos para despertarnos, alistarnos y dirigirnos al gompa, el salón central para la primera meditación.
Era de noche y hacía bastante frío. Solo teníamos una frazada arriba de un colchoncito, lo suficientemente delgado para sentir de qué material estaba hecho el concreto de abajo. Yo aún estaba muy débil. Me aliste como pude y me envolví entre pañuelos y mantas al estilo indio. Atravesé el campito árido y me dirigí hacia el gran salón.
La primera meditación del día empezaba a las 4.30 am y se extendía hasta las 6.30. Eran 2 horas seguidas sin parar.
Cada uno tenía asignado un almohadón en el piso con su nombre que debía respetar. Ese iba a ser nuestro espacio de meditación. Me senté con las piernas cruzadas.
Un monje estaba sentado en el frente, entre la penumbra de la luz matutina de invierno, pero él no era el que hablaba. Una voz que salía por los altoparlantes te indicaba muy escuetamente como era la meditación y qué hacer.
–Observa tu respiración tal y como es, sin intentar cambiarla. Pone tu atención en tus fosas nasales y trata de sentir cada pequeña sensación en cada parte de ella. Cada pequeña sensación. Estate despierto.- Despierto de atento, no de “no dormido”, que por la hora también podría ser, pero no. Se refería a lúcido, consciente.- Aware.
Las instrucciones eran simples y básicamente, siempre las mismas.
-Bueno... ¿y donde está la magia?– pensaba. -Respirar, sentir la respiración, respirar de nuevo… Lo tengo…Okey...
¿Y cuándo es el momento en que nos convertimos en super meditadores?
¿Cuando desciende la luz o sentimos cosas sobrenaturales?
Esas eran todas las preguntas que la gente iba a hacernos luego, como si después de 10 días de solo meditar y no hablar con nadie te convirtieras automáticamente en eso. En los tiempos modernos en los que vivimos, para muchos solo por ser capaces de apartarnos del propio celular durante 10 días y no hablar con absolutamente nadie ya casi era algo sobrenatural. Quizás lo era. Yo ya venía lo suficientemente aislada en mi mundo, así que eso de cierta forma se me había hecho algo más normal. De todas formas, mi mente empezaba a inquietarse. Buscaba respuestas y algo "realmente significativo" que me muestre un camino nuevo, pero no tenía fuerza ni siquiera para cuestionarme nada. Quizás eso ayudo, así que solo me senté y seguí las instrucciones. Todo lo que íbamos a hacer por los próximos 10 días, 10 horas al día era meditar. Sí, así como leíste. 10 días, 10 horas al día, meditar.
4:00 a.m. | Levantarnos |
4:30-6:30 a.m. | Meditación en grupo en la sala |
6:30-8:00 a.m. | Desayuno y descanso |
8:00-9:00 a.m. | Meditación en grupo en la sala |
9:00-11:00 a.m. | Meditación en la sala o en la habitación según las instrucciones |
11:00-12:00 a.m. | Almuerzo |
12:00-1:00 p.m. | Descanso y preguntas al monje |
1:00-2:30 p.m. | Meditación en la sala o en la habitación |
2:30-3:30 p.m. | Meditación en grupo en la sala |
3:30-5:00 p.m. | Meditación en la sala o en la habitación según las instrucciones |
5:00-6:00 p.m. | Merienda y descanso |
6:00-7:00 p.m. | Meditación en grupo en la sala |
7:00-8:15 p.m. | Charla del maestro. Conceptualización de la técnica Vipassana. |
8:15-9:00 p.m. | Meditación en grupo en la sala |
9:00-9:30 p.m. | Preguntas en la Sala |
9:30 p.m. | Dormir. Se apagan las luces |
Supremo. No había cena.

Luego de las dos horas de meditación matutina teníamos el desayuno y un pequeño tiempo para nosotras. A eso le seguían tres horas seguidas de meditación grupal. A veces lo hacíamos en forma individual en unas pequeñas celdas que el monasterio tenía en el subsuelo, como una especie de cubículo de 1 metro por 1 metro completamente aislado para meditar full focus.
Después del almuerzo, teníamos un tiempo para cosas personales y luego nuevamente, otro bloque grande de meditación. Ese era el intensivo, el challenge: 4 horas seguidas, separadas en tres módulos por solo 5 minutos de recreo entre ellas, que solo nos daba tiempo para caminar hasta el cuarto, refrescarte los chakras si eras lo suficientemente consciente de eso, cargar tu botella de agua o intentar hacer algún movimiento de estiramiento para el cuerpo que estaba devastado de estar tanto tiempo sentado en la misma posición en el suelo.
4 horas en un almohadón en el piso te enfrentan de cara a tu estado físico, a menos que seas un yogui o un indio que nació acostumbrado a sentarse así para todo. En mi caso y el de muchos ahí, no era ninguno de los dos, así que solo permanecer sentada por dos horas en el almohadón era un completo desafío a la física y sin saberlo, eso iba a ser la gran herramienta para todas las enseñanzas que vendrían después:
¿Qué hacer con el displacer?
¿La pregunta de nuestra vida quizás?
La respuesta íbamos a ponerla a prueba en nosotros mismos, de la forma más elemental: en el propio cuerpo.
Como recompensa del trabajo duro venía la merienda. Comer siempre es un momento añorado y más en esas condiciones. Y luego de otra hora más de meditación venía un espacio de charla, donde el Señor Goenka, un maestro budista originario de Birmania quien se encargó de diseminar la técnica del Vipassana alrededor del mundo, te contaba de que se trataba todo esto. Esa parte era una de mis favoritas. Ahí podíamos empezar a entender poco a poco porque hacíamos lo que hacíamos en cada meditación. Goenka falleció en el año 2013, así que lo que veíamos era algo como un videotape que debería tener por lo menos más de 20 años. Era una cinta vintage donde él aparecía sentado, siempre con su mujer, que no hacía nada más que estar a su lado durante toda la charla que duraba como una hora. Esa era otra hora más que también debíamos estar sentados en el piso. Estar en India, comiendo comida india, rodeada de hindúes, escuchando un lenguaje desconocido y tratando de estudiar meditación en una especie de monasterio todo se volvía como una película
Y como si eso hubiera sido poco, ¿adivinen que le seguía? ¡Exacto! un bloque más de meditación y luego a las 21.30 nos íbamos a acostar para iniciar al otro día la misma rutina, levantarnos aún saludando a la luna a las 4 am.
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Pongámonos un poco más serios, ¿Qué es Vipassana?
Vipassana es una técnica de meditación budista de las más antiguas de la India y significa “ver las cosas tal cual son”.
La misma fue enseñada por Buda y luego transmitida en forma oral de maestros a discípulos durante muchos años. En un momento de la historia, alrededor de 1969, en el país de Birmania (actual Myanmar), el Señor Goenka es elegido por su maestro para diseminar la técnica alrededor del mundo como preservación y expansión de las enseñanzas de Buda. Así surge este retiro que bajo su organización empezó a expandirse primero en India y luego alrededor del mundo.
Hoy en día se ha convertido en una Organización Mundial muy conocida, sin fines de lucro que trasciende las fronteras con el único objetivo de transmitir la técnica de meditación Vipassana, tradición budista Theravada. El formato de la enseñanza que propone Goenka es un retiro residencial de 10 días de silencio y desconexión del mundo. Es gratuito, a base de una donación, para que realmente esta técnica que propone la liberación del sufrimiento pueda ser accesible para todos. Está disponible en casi todos los países del mundo: en Argentina, en Latinoamérica, en muchísimos países de Europa y obviamente en Asia.
Si tuviera que ubicar algunos conceptos clave quizás ellos serían la conciencia y observación de las propias sensaciones corporales, la noción central de impermanencia en nuestras emociones y básicamente en todo lo que existe, la naturaleza del sufrimiento- en y de uno mismo- y la construcción del concepto de ecuanimidad como remedio de ese sufrimiento, es decir, la aceptación del placer y del dolor en igual medida, como dos estados cambiantes que lo conforman todo. Sin preferencias ni expectativas ni apego.
De ahí que esos 10 días de práctica tienen un motivo y una justificación para poder experienciar todo lo anteriormente dicho en el propio cuerpo, porque el budismo es algo experiencial y la única forma de comprenderlo es probarlo y acreditarlo a través de la propia experiencia. Eso es lo interesante y lo rico, que nadie te impone nada y no tienes que creer ciegamente en nada. Es solo una técnica bastante despojada de cualquier carácter religioso, y es esencial y necesario que puedas experimentarlo por vos mismo y a partir de eso tomar tus propias decisiones.
Te animo con mucho amor a entrar a su web para explorarlo con detalle y precisión.
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____________________________________________________________ NOTA DE AUTOR
Este es un escrito fundamentalmente experiencial relatado con amor y mucho humor también.
Para ubicar verdaderamente lo que fue, me gustaría decir que fue una experiencia verdaderamente hermosa de las más pacíficas de mi vida, que quizás todos deberíamos al menos probar una vez. Una vivencia que no solo tiene que ver con la meditación o con el budismo, sino que básicamente propone una comprensión profunda de la realidad, del mundo, del sufrimiento y particularmente de nosotros mismos, de nuestras emociones y de la naturaleza de nuestra mente. Cómo regularlas y cómo regularnos, para entender las raíces de todo sufrimiento y, al menos, estar más despiertos para padecer un poco menos en el día a día. Es una filosofía de vida, que trasciende los almohadones de meditación y se expande a la manera de mirar nuestra vida cotidiana. Una visión como mínimo es muy interesante de conocer.
Como muchos erróneamente pensamos por desconocimiento, el budismo no es una religión sino que es una tradición espiritual realmente muy abierta, que puede adaptarse a todas las mentes e incluso a todas las religiones personales. Principalmente porque es una práctica, algo que se vive, algo a aplicar.
Desde toda mi humildad, el consejo- como siempre- es hacer la experiencia propia. No es algo que se puede entender leyendo, como la vida. Tienes que hacer la experiencia y de verdad, te recomiendo hacerla. Abrir aunque sea un poco más nuestra consciencia es el mayor honor que podemos hacernos como seres humanos, para nosotros y para el resto del mundo también.
“Hoy tengo la fortuna de haber despertado. Estoy vivo. Tengo el precioso regalo de la vida humana. No voy a desperdiciarla. Voy a usar todas mis energías para desarrollarme a mí mismo, para expandir mi corazón hacia los demás, para lograr mi iluminación para el beneficio de todos los seres. Voy a tener pensamientos amables hacia los demás. No me voy a enojar ni a pensar mal de los demás. Voy a beneficiar a los demás tanto como me sea posible.”
Oración tibetana matutina, Dalai Lama.
Tradición budismo tibetano o Mahayana.
Gracias por tu tiempo
es lo más valioso que tenemos
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