17 ~ Vivir en un Áshram. Parte 5: “Yo”. Conclusión-es.
- A. V.

- 16 jun 2023
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 1 ago

Atravesé el miedo y la soledad más fuerte de mi vida, pero ahí empezó a aparecer alguien, alguien que no conocía tanto. Aparecí yo, una "yo" distinta, una que empezaba a entender que su camino dependía de ella. Todo, lo bueno y lo malo, como elijo mi vida y cómo decido mirar, todo. Entonces podía crear, podía romper patrones, podía transformar y podía transformarme. Obviamente siempre lo supe, pero a veces lo olvidamos.
1 de enero
Los días pasaron rápido. Aún puedo verme en ese cuarto sentada en la cama con mis talismanes, mis nuevos santos, mi cuenco tibetano y yo misma, en un cuarto antiguo con la foto del Gurú. Meditando, haciendo rituales, llorando, hecha una bolita en la cama, asustada como una niña pequeña sin saber que hacer, ni como ni donde. Desorientada y perdida.
Con el correr de los días todo fue pasando. La Navidad, el Año Nuevo, las distancias, la culpa, los llamados con mi familia, el peso de las mentiras, el no estar allá y el estar acá. Atravesé el miedo y la soledad más fuerte de mi vida- que no era física sino ese punto de individualidad donde nadie más que vos puede entenderte, la singularidad propia de nosotros mismos. Pero ahí empezó a aparecer alguien, alguien que no conocía tanto.
Aparecí yo, una yo distinta, una que empezaba a entender que todo dependía de ella. Todo: lo bueno y lo malo, como elijo mi vida y cómo decido mirar, todo. Entonces podía crear, podía romper patrones, podía transformar, podía transformarme, y también podía elegir en que creer.
Obviamente siempre lo supe, pero a veces lo olvidamos.
Esta vez me hacía cargo a un nivel extremo. Estaba desconectada de todo y de todos, y por momentos me empezaba a sentar de puta madre. ¿Quizás un Ashram es eso? ¿Una burbuja de paz en el medio de tanto estímulo? que nos permita tomar distancia para dejar de responder casi mecánicamente a todo. Tiempo y la claridad para escuchar hacia adentro, para darle la importancia a lo que verdaderamente importa, a eso que en la prisa de la cotidianidad se nos escapa como agua entre los dedos. Acá no hay prisa, hay muchas fuentes con agua. Esta vez podía sólo ser, no tenía que demostrar más nada ni cumplir las expectativas de nadie, ni del mundo. Había encontrado la manera de hacer tiempo.
Venía a arreglar algo. Aún no podía identificar bien qué, pero me estaba forzando a reaccionar. Parecía que lentamente todo se fue acomodando para eso y tuve la lucidez necesaria para escuchar.
Me hice cargo y agarre el timón de mi barco, ese mismo que había delegado en otra persona tiempo atrás. Y me di cuenta que no fue él… fui yo la que se escapó del lugar que tenía que ocupar. Fui yo la que estaba “cómoda” dejando que otro maneje mi bote mientras miraba cómo la vida se estrellaba lentamente por la ventana. Pero a veces "pareciera" que requiere menos esfuerzo mirar por la ventana y dejarse llevar que agarrar uno mismo su propio volante. ¿En realidad lo es?
Al final me terminó saliendo caro, por supuesto, todo tiene sus costos... Ya no quería darle mi volante a nadie más. Ya me había cansado verdaderamente de esconderme de mi misma mientras la vergüenza y el enojo me carcomían por dentro. Vergüenza conmigo misma por no poder hacer lo que sabía que debía hacer, por no correrme de un lugar que no merecía, por seguir sosteniendo algo que ya era hora de soltar y que sabía me estaba haciendo mucho daño. Vergüenza por desconocerme, o por empezar a conocer esa parte que prefería desconocer, y todo el enojo que venía detrás de eso. Ya no más. Nadie merece quedarse en lugares infelices. Ahora, aunque esté cagada de miedo, si no se que hacer respiro y lo enfrentó, y si voy a patear el tablero que sea por valiente.

Cada decisión era un desafío, no tenía a nadie con quien consensuarlo. Pero eso tenía ventajas: tampoco tenía a nadie a quien darle explicaciones. Era libre, que sensación hermosa. Nadie me juzgaba más que yo- como si eso ya no fuera suficiente- y poco a poco estaba aprendiendo a lidiar conmigo misma. De a poco era más amable y más empática. Más paciente y menos jueza. Me entendía y me abrazaba como a una niña chiquita si tenía miedo, y me perdonaba. Estaba aprendiendo a equivocarme, a soportarlo y a agradecer. Me estaba dando tiempo. Una de las cosas más valiosas que alguien le puede dar a otra persona: Tiempo. ¿Entonces por qué no dármelo a mí misma?
Tiempo para dejar de reprocharme por todo lo que "debería ser", no fui y probablemente ya no quiera ser. Tiempo para perdonarme por eso y aceptar que todo esta bien igual, que no tengo que serlo, que no tengo que cumplir más expectativas que las propias, y que seguramente las propias también debería revisarlas.
¿De verdad me hacen feliz o solo ensanchan mi ego?
Cuando empiezas a expandir la conciencia te das cuenta que quizás esa pregunta deberíamos hacernosla diariamente, porque la realidad y nuestro ego siempre juegan juegos confusos.
Me había dado tiempo y espacio para hacer algo con las culpas. Para hacerme cargo de que es muy estúpido contentar a todos, si al final lo único que importa es hacerse cargo de la propia vida. Contentarse a uno mismo, y seguramente ese es el único camino viable que se puede sostener a largo plazo- el más difícil también, por supuesto- pero al final era lo único que tenía importancia de aprender. Y ese camino de felicidad propia, en la profundidad que lo estaba empezando a ver, también iba a dirigirse a los demás si de verdad buscaba la felicidad real, porque era un "cambio de lentes", y una expansión.
Empecé a entender como darme voz a mi misma: como escucharme, como cuidarme, como buscar mi propia armonía y me di cuenta que no sabía bien realmente cómo hacerlo.
Fueron días muy duros. Los de llegar a India, los del Ashram y los que iban a venir. Pero pasaron, y no porque hayan pasado solamente, sino porque los atravesé.

Elegí pasar la Navidad y el año nuevo dentro del Ashram también. Las puertas cerraban a las 11 pm, así que a las 12 me encontraron sola en el cuarto.
La navidad no se festeja en India. Tampoco estaba en plan de festejarla. Salude a mi familia reunida por medio de una cámara, los abrace y les mande amor mientras le decía a mi mamá que pronto "me juntaría con las chicas a celebrar". Nada más alejado de lo que estaba viviendo. Esas llamadas me partían. Me sentía egoísta y culpable por estar donde estaba, por estar dándome el privilegio de pensar en mi misma mientras la vida seguía, mientras mi madre estaba sola en Argentina, mientras mis primitos me preguntaban cuando iba a volver, y lo mismo el resto de la familia. Pronto se cumplirían 3 años desde que no iba a Argentina. Lo único que podía hacer era decirle a mi vieja que la extrañaba y que pronto iba a estar allá. ¿ Alguien dijo que es fácil el camino del propio deseo?
Me forzaba a que el botón rojo de la llamada telefónica cerrara un portal de algo que no estaba pudiendo resolver y entre algunas lágrimas me dormía para levantarme al día siguiente para continuar con el camino que había elegido. Aún no muy segura pero tratando de hacerlo lo más consciente que podía.
En Año Nuevo se hizo un fogón gigante a orillas del Ganges. Todos los del Ashram fueron. Con Gulnara y Elke también. Nos dieron una piedrita para que tiremos a las llamas uno por uno mientras los cantos y los mantras invadían el aire. Un Shiva enorme que resplandecía en la oscuridad de la noche, las estrellas y un fuego gigante que se reflejaba en un río sagrado. Mire el año que se iba como una película. Wow. Mire a mi alrededor... ¿ Que estaba haciendo en India? Jamás hubiera pensado que este fin de año iba a encontrarme así, acá, de esta manera. No habían sido mis planes y eso era lo terriblemente shockeante pero de a poco se iba a tornando también una bendición. Agradecí, lo que estaba viviendo era magia también.
A lo largo de la noche, dejamos ir todo lo que queríamos soltar para recibir el año nuevo limpios, con menos peso. Trate de soltar esa “yo” que no quería ser más y un odio letal que me estaba carcomiendo. Mis frustraciones, varios sueños rotos y todo lo que no había podido ser. Deje que todo eso se vaya como la corriente del Ganga o por lo menos, lo más que podía. Ya no quería- no podía- cargar más con eso, necesitaba liberarme. Ojala fuera tan fácil como tirar una piedra al fuego. Iba a ser un trabajo de todos los días, una elección diaria y un esfuerzo de conciencia. Ya lo era. Simbólicamente le pedí al universo que me ayude y que haga su parte. Yo estaba haciendo todo lo posible para hacer la mía.




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