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18 ~Varanasi: Muerte y Reencarnación.

  • Foto del escritor: A. V.
    A. V.
  • 15 jun 2023
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 1 ago


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El único lugar que tenía planeado no pisar en India aparte de Delhi era Varanasi, ya tenía demasiado caos interior como para sumarme más gratuitamente desde afuera. Había estado excluido de mis planes desde el momento uno. Pero pasaron cosas, siempre pasan y poco a poco, empezaba a darme cuenta que lo que tiene que aparecer aparece aunque no esté en los planes y que lo que tiene que llegar llega, incluso cuando nuestros ojos no pueden verlo. Así que por supuesto, terminé en Varanasi.

3 de Enero


Benarés en Hindi, Varanasi para el mundo occidental es la ciudad más sagrada para los hindúes. Seguramente llegó a oídos de todos el saber popular que dice que en India queman los muertos y los tiran al río. Como los desenlaces del “teléfono descompuesto” y de todos los relatos que terminan un poco extrapolados, es un poco más complejo y profundo que eso, pero la verdad es que Varanasi es la ciudad principal donde este ritual tan importante tiene lugar. El lugar de las películas, ese que parece congelado en el tiempo y también el epicentro de todas las controversias occidentales que este tema suscita.

En India, la tradición es quemar los cuerpos de los muertos en los crematorios al aire libre en las orillas del Ganges, su río Sagrado. Luego de los rituales apropiados- que son varios- tiran las cenizas en él para la purificación y liberación del alma.

Varanasi es la ciudad donde desde toda India, los familiares llevan a sus muertos para que tengan el privilegio de morir ahí. Morir o ser cremados en Varanasi es un regalo para los hindúes y realmente una bendición.

Una de las piedras fundamentales del hinduismo es la reencarnación o como la llaman ellos, la Rueda del Samsara: el ciclo de nacimiento, muerte y reencarnación del alma, vida tras vida, con el objetivo de alcanzar la liberación de ese circuito, el Moksha. Ese estado en que el alma (Atman) deja transmutar de cuerpo en cuerpo y encuentra la unión con Brahman, la realidad Suprema, la divinidad, la fuente de todo lo que existe. La eternidad y lo infinito. Ese es el camino de la evolución espiritual del alma: un aprendizaje y un camino hacia la liberación del sufrimiento que encarna este tránsito por la tierra.

Las escrituras sagradas hindúes dicen que si los cuerpos son cremados en Varanasi con los rituales apropiados, el alma de la persona corta la rueda de las reencarnaciones en la tierra, el ciclo del sufrimiento que de cierta manera es la vida. Complejo, pero hermoso.

-¿Por qué alguien no quisiera volver a vivir?– le pregunté a un amigo indio desde mi visión occidental.

La vida es sufrimiento, inevitablemente– me dijo-. Existe otro nivel donde el alma ya no sufre, donde el alma se libera, se une con su verdadera esencia, con lo eterno. Eso es en lo que creemos nosotros, por eso “esta” vida no es la que verdaderamente importa en realidad, lo que si importa es como la transitamos para llegar a la vida eterna.


Cuando la muerte adquiere otro significado, cuando la muerte se transforma en una transición, en un cambio de forma, el significado de la vida también muta. Cuando lo que importa es la verdadera evolución del alma, el foco no está puesto en la materialidad de esta vida sino en el camino que uno transita y cómo lo transita. Las propias acciones. Y ahí empieza a entrar en juego la hermosa noción de Karma, un concepto tan importante por estos lados que nadie que llegue aquí podrá escaparse de escucharlo, conmoverse o al menos preguntarse de qué se trata esto.


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Lo que haces en esta vida te vuelve, en esta o en la próxima– dicen. Tus acciones condicionan tu evolución, la reencarnación de tu vida futura. Lo que uno transita en esta vida, en cierta forma es producto de las acciones y elecciones propias, pero también de las acciones de la vida pasada, y el lugar donde estamos hoy tiene que ver con eso. Es sencillo comprender que los buenos actos conllevan buenos resultados y los malos actos conllevan lo opuesto. No siempre es instantáneo y no siempre podemos conectar nuestras acciones con los resultados obtenidos, pero según esta ley natural de causa y efecto en esta vida o en otra, todo llega. En nuestra cultura muchos lo desconocemos y olvidamos fácilmente que las buenas acciones generan felicidad y que las malas acciones generan sufrimiento, pero acá en India, esto está a flor de piel. -Venimos a esta vida guiados en consecuencia de nuestras vidas pasadas.- Tu mal o tu buen Karma- te dirá alguna vez algún indio. A resolver esos aprendizajes que aún no han terminado o a continuar esos que ya sorteamos, y esa, es toda una forma de entender nuestro paso por la vida.

Esta existencia de nuestra alma tiene entonces valor en sentido de experiencia pero también en sentido de aprendizaje. Esta vida es determinante para la orientación de la vida siguiente y a la vez determinada por la anterior.

Los frutos se cosechan. Si quieres reencarnar como un Ser más evolucionado, más despierto y más cerca de la liberación espiritual tienes que cultivar en esta vida acciones que te lleven a eso. Entonces lentamente, todo, tanto la vida como la muerte van adquiriendo otros significados. Quizás nos suena algo extraño o extremo si lo planteamos en términos tan grandes, pero si lo bajamos al día a día es muy fácil percibir como cada acción que realizamos tiene consecuencias directas, en múltiples aspectos. En el mundo material por supuesto-en las cosas y en quienes nos rodean-, pero también en las acciones y elecciones que empiezan a constituirnos. Con cada acción generamos resultados directos pero también plantamos semillas en nuestra mente, que van a construir, a su vez, nuevos hábitos y sentar precedentes para nuevas elecciones futuras. Y así, es más fácil entender porque esta ley de causa y efecto, es llamada una Ley Natural. Porque todo lo que hacemos- o no hacemos- produce efectos en nosotros mismos y esos efectos empiezan a transformarse en quienes somos.


Si elijo no comer carne, por ejemplo, o no matar a una araña estoy contribuyendo de una manera específica al mundo material, pero también estoy construyendo mi “identidad”, mis valores y mis acciones futuras, que irán asociadas, a su vez, a las nuevas elecciones que uno va haciendo como cadenas en un eslabón. Si nos vamos un poquito más allá, podemos empezar a pensar que las acciones conscientes y amorosas que preservan la vida producirán como efecto domino más acciones de esa naturaleza dentro de mí mismx, que ampliaran mi mirada y que a su vez tendrán efectos externos palpables en el mundo material. Una cadena-dominó del bien. Para poner un ejemplo, quizás hoy sea solo disminuir el consumo de carne, quizás mañana la apertura de consciencia se expanda luego a los peces. Quizás luego de un tiempo ya no quiera matar a una cucaracha en mi cuarto solo porque es fea y me disgusta porque realmente comprendo que también es un ser vivo. Y así, con el tiempo iré generando más acciones de amor hacia otros seres y probablemente más compasión hacia los humanos también, porque es todo parte de lo mismo. Y lo más interesante a mi gusto, es que todo eso se irá dando en forma orgánica como resultado de una ampliación de mi consciencia, como la fluidez hermosa del jueguito del dominó.

La misma lógica se aplica para las acciones negativas, que no tienen que ver solo con quizás matar a una araña, sino también con la falta de comprensión y la ignorancia que tenemos al hacerlo. El no respeto por la vida de los otros seres y una continuación de esos “ojos ciegos” que también, como efecto dominó, se irán magnificando y expandiendo como un modo de vida generando más acciones de la misma naturaleza. Ahora podrán representarse con pequeños animales, pero la misma ideología-semilla se expandirá a otros seres y otras situaciones y de la misma manera hacia nosotros mismo en acciones de no cuidado y de no respeto, porque una vez más, todo es parte de lo mismo también.

La parte de la Ley de causa y efecto que desconocemos, es que las buenas acciones como la generosidad y la compasión generan felicidad. Y las acciones egoístas, asimismo, generan sufrimiento en nuestros corazones. Actuamos por ignorancia -dice el budismo- desconociendo esto, temiendo dar lo que tenemos por miedo a perder, sin saber que la verdadera perdida esta en otro lado.

Somos seres expansivos, que reproducimos lo que hacemos en múltiples direcciones, hacia afuera pero también hacia adentro, y de eso aunque lo ignoremos, somos esclavos. De ahí la importancia a poner más presencia y luz sobre lo que hacemos. Eso también es parte de la liberación. Este es solo un ejemplo para pensar el concepto. Y obviamente sí, soy y trato de ser vegetariana.



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-Tu buen karma te trajo a India- me han dicho en varias ocasiones y esa frase me la atesoro en mi corazón como un privilegio.

¿Por qué Varanasi?

Y acá, Benarés adquiere una tercera denominación: Kashi, que quiere decir “Ciudad de luz” o mi favorita: “Ciudad de Dios“.

Según las escrituras sagradas, Varanasi es la ciudad donde vivió el Dios Shiva, uno de los tres dioses de la Trinidad Hindú y por consiguiente uno de los más importantes del Hinduismo. Y ahí van empezando a encastrar un poco más todas las piezas del rompecabezas alrededor de esta ciudad increíble.

Las tradiciones conllevan relatos e historias y en eso, el Hinduismo no es la excepción. La historia cuenta que Shiva era una persona de carne y hueso, más específicamente un guerrero, que por una coyuntura particular elige en un momento de su vida un camino de transformación y se retira a los Himalayas en búsqueda de meditación y espiritualidad. Así, se convierte en el primer Yogui y también en el primer Gran Maestro de la disciplina, el Dios que va a representar fuertemente todo el camino yóguico, de renuncia a la vida mundana, de búsqueda de la verdad, de autoconocimiento y de liberación.

Cuando Shiva baja de los Himalayas luego de su transformación personal, elige a Varanasi como su morada, convirtiendo a la ciudad en el portal al reino espiritual.

La inmensa cantidad de templos y veneraciones a Lord Shiva aquí es lo que la hace aún más sagrada. La devoción es un rasgo característico y los peregrinajes espirituales a la ciudad son una de las cosas más imponentes de India. No es posible caminar por sus Ghats sin ver devotos, Sadhus y peregrinos haciendo rituales o meditando en sus escalinatas.

Entonces si estás buscando espiritualidad, imposible no ser tocado por esta magia.


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Dentro de la trinidad hindú, cada uno de los tres dioses tienen una función esencial en relación al origen y la creación del universo: el Dios Brahma es el creador, Vishnu es el preservador y Shiva el “destructor” y también el que posibilita que el círculo se reinicie. Que de “algo” se vuelva a la nada, a la oscuridad, a las cenizas y que desde ahí vuelva a resurgir la vida, pero de una manera distinta. Una realidad transformadora, elevada. Una liberación. Un renacer.

-Pero yo leí que Shiva era malo- me cuestionaba mi madre. Yo intento explicarle otra forma de mirar. La otra cara de la destrucción. La vida detrás de la muerte. Una otra mirada. Al final la realidad es la misma, lo que cambia es la manera de entender esa realidad, como siempre, y eso lo cambia todo.

Yin y Yang. Todo y nada. Luz y oscuridad. Muerte y vida. Eso es Shiva y también eso es Varanasi. Unos amaneceres con un resplandor pocas veces visto y unas noches tan oscuras que a veces asustan. Fuegos de muerte que emanan vida y calles zigzagueantes que en ocasiones dan miedo. Mafias, ruido, caos y muerte. Religión, meditación, rituales y vida. Un lugar terriblemente energético que no pasa desapercibido, ya sea por amor o por aversión. Toca tus entrañas y de alguna manera, toca tu ser, tu ideología y tus principios. Te cuestiona y si sos afortunado, podes sentirlo. No hace falta aclarar que Varanasi fue captando cada vez más mi atención. Me fue entrando por los poros como una bendición y despertó algo en mi alma que pocos lugares despertaron. Acá fue donde empecé a vibrar India.

Si, está todo muy bueno– me dijo mi tío mientras yo hablaba de India en una cena familiar- Me encantaría creerlo, pero yo soy escéptico. No puedo creer en eso.

Entiendo. Yo elijo creer– le contesté. Porque al final creo que, como todo, es una cuestión de elecciones. En el fondo siempre me pareció muy vacía la realidad como la entendemos en occidente y cómo nos la transmitió la ciencia moderna. ¿“Esto” nada más, esto es todo lo que hay? ¿No hay nada más profundo? Entonces, si la vida es algo pasajero y finito: ¿Uno muere, se termina y ya está? ¿Cuál es el sentido de todo? ¿Para qué estamos acá? ¿Qué pasa después de la muerte? Recuerdo que cuando era muy chica me asustaba la idea de morirnos y que de repente todo se apagara. Que el mundo se pusiera negro para siempre y nunca más nos despertáramos. Así es como me lo imaginaba. De grande encontré otras respuestas más aliviadoras. Me gusta esta manera de entender la muerte. Me gusta esta manera de entender la destrucción también, que es lo mismo pero en realidad no lo es. De un lado del mundo la muerte es el final; del otro lado es regeneración, vida y un nuevo comienzo. Al final, la realidad que elegimos creer es la que va a guiar nuestras acciones, nuestros pensamientos y por consiguiente, las manifestaciones que encontremos en nuestro camino. Nuestros lentes, nuestra visión y nuestras enfermedades también. Entonces creo que se hace inevitable preguntarnos:

¿En que eliges creer? ¿A qué manera de vivir te lleva esa elección? Gracias por leer  ♥


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