27 ~ Un poco de humor: La Yapa india.
- AV
- 2 jun 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 29 mar

Me fui de Varanasi. No quería irme. Lo dije muchas veces. El universo me escuchó. Casi pierdo el tren.
3 horas antes de que mi tren saliera estábamos paseando del otro lado de la ciudad vieja, bastante lejos de nuestra "casa". La App del tren nos informó que el tren venía con 3 horas de demora.
-Normal- me dijo Ilo- relájate.
Como era mi despedida de Varanasi propuse volver a nuestra Guesthouse en uno de los botecitos que atraviesan la ciudad. Bien romántico pero gravísimo error… - ¿Cuánto tardamos en llegar?- le pregunte al barquero.
- 20, 30 minutos máximo- contestó. Nunca le creas a un indio. Son tan exagerados como los argentinos pero con el doble de paciencia y el triple de impunidad. Con seguridad nos sacan el primer puesto en la impuntualidad y el delay de los tiempos latinos.
Fui inocente… no tuve en cuenta que el botecito era viejo, que iba a remo y que estaba conducido por un hombre local que- como todos los indios- llevaba la paz de Shiva en sus entrañas.
El trayecto eran solo 10 cuadras por el agua bordeando la costa. ¿Qué podría salir mal?
Jamás digas eso en India. Es increíble como puedes sorprenderte.
Nos subimos al bote. Todo era increíble y mágico: el sol atardeciendo detrás de los templos antiguos, las gaviotas y la resolana mística en su máximo esplendor. -La mejor decisión del día- pensé… hasta que de repente el barquero enfiló el bote hacia la orilla opuesta.
-Hay mucha corriente en el rió, no podemos ir por esté lado, necesitamos ir hacia la otra orilla y volver a cruzar más adelante.
Ese detalle de tiempo no estaba en los planes, sobre todo porque íbamos 4 en un botecito a remo manejado por una sola persona atravesando un rió de tamaño considerable. Eso sonaba como un "gran plan".
Mientras tanto decido chequear la App del tren.
El tren que venía con horas de demora había decidido rápidamente saltarse varios pueblos para llegar con puntualidad a la ciudad de Varanasi, o sea, tres horas antes de lo que habían previsto en el último informe...
– ¿Qué? Pero eso no es posible ¿verdad? No tiene sentido…- le dije a Ilo con cara de indignación, pero eso era lo que estaba a punto de pasar. Bienvenida a la tierra de los sin sentidos.
Cuando me di cuenta estaba a media hora de salida de mi tren, en un botecito a remo en el medio del agua, del otro lado del río y del otro lado de la ciudad también.
“Hablé” con el barquero, le expliqué la situación y le rogué que se apurara. Lo hice 3 veces. No todos los locales hablan buen ingles acá. Él me sonreía y me decía amablemente que sí, pero ninguno de los tres intentos hizo que acelerara la velocidad. Le pedí que aunque sea me cruzara lo más cercano que pudiera a la otra orilla, para poder bajarme y empezar a correr hasta el hostal. Tenía un retiro comenzando en otra ciudad, no podía perder ese tren y no iba a ser ni la primera ni la última vez que corriera como una desquiciada por una ciudad, esta vez en India.
Decidí agarrar yo misma los remos, remos que no eran remos sino palos de madera que ni siquiera estaban sujetados al bote. Empezamos a girar en círculos.
No podía remar y avanzar de una forma decente aunque hiciera mi mayor esfuerzo. Hice una figura graciosa frente a mis amigos y frente al remero, y eso me sirvió para tener un poco más de empatía e intentar comportarme.
Sentí la impotencia de estar en el medio del río sin poder hacer nada más que ver mi cuerpo deslizarse lentamente sobre las aguas color naranja atardecer, viendo un paisaje de película mientras iba perdiendo el tren que no podía perder.
-Ya está, ya lo perdiste- me dijo Ilo.
Pero aun en India y tratando de comprender el concepto de fluir nunca me doy por vencida.
Baje rápidamente. Corrí por las calles como una desquiciada perdiendo el tren. Subí las escaleras del hostal a los saltos. Agarré mi bolso, mi mochila y una vianda del pan casero más rico de toda India que había encargado en la Guesthouse. Llame un taxi-moto y le dije:
–¡A toda velocidad!– cómo en las películas. Después me di cuenta que estaba en India y que eso sería demasiado peligroso y cambié la frase por:
- Mmm, vamos rápido pero con cuidado por favor señor...
Volvimos a atravesar toda la ciudad entre zigzag y tuc-tucs en contramano.
Corrí por toda la terminal tratando de identificar mi tren "leyendo" carteles escritos en hindi. Bajé, subí y volví a bajar.
Le pregunté a varias personas pero casi nadie hablaba buen inglés. Un poco entre señas y un poco en palabras todos me dijeron que el tren aún no había llegado.
Respiré.
El tren tardó dos horas más en llegar. El dulce sabor de la impuntualidad india.
Los andenes no tenían techo y entre los trenes se veía la luna llena. Me senté sobre mi mochila, miré al cielo y me despedí de Varanasi. Sabía que era solo un hasta luego…

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