Otorgar sentidos Parte 2: Altares viajeros
- AV
- 15 oct 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 4 mar

Hace unos días visité la casita momentánea de una amiga viajera.
Sarah se vino desde Delhi hasta las montañas de Dharamsala cargada con dos mochilas enormes llenas de cosas.
La mire con una expresión en los ojos preguntándole sin hablar:
-¡¿Por qué te haces esto?!
–Quiero tener mis cosas conmigo– me dijo- Sí, me pesa bastante pero decidí que está vez, esté acá el tiempo que esté, quiero sentirme en casa.
Luego entre a su cuarto y sentí en carne propia lo que me estaba diciendo. Vi sus pequeños altares, sus fotos con su hermana, la magia que escondía cada recuerdo, sus objetos personales que hablaban por sí solos. Y ahí la entendí y la conocí más a ella también. La vi de pequeña, sus rutas en Latinoamérica y la casita en Brasil de la que tanto me había hablado. Su familia, su pelo largo y todos sus dioses.
A mí también me daba la sensación de casa.
Yo hacía una semana que estaba en mi nuevo lugar, pero aun seguía en el mood movimiento y por falta de tiempo aún no había sacado mis santos, como bien le dice mi madre.
Mi amiga me inspiró. Ni bien llegué a “casa” lo hice.
Estaba en un hostel, no tenía mucho espacio pero abrí mis paquetes viajeros y puse mis dioses en la ventana, junto con mis piedras-talismán, mis objetos sagrados, mis velas, mis frases en el espejo, mis fotos significativas y mis sahumerios. Mi Buda y mi Ganesha de bronce que pesan un kilo cada uno salieron del bolso donde estaban asfixiados.
Y me di cuenta que para mí, que me muevo mucho de un lado al otro, eso que acababa de hacer era fundamental.
¿Por qué? Porque me daba la sensación de casa.
Era mi ancla, entre tanto movimiento. Reconocerme. Saber a donde voy, de dónde vengo y a dónde pertenezco, interna y externamente.
TENER Y SER, A LA VEZ, MI PROPIO REFUGIO. Mis propias palabras de aliento.
No son solo objetos, son parte mía.
La posibilidad de encontrarme a mí misma, esté donde esté.
Y continuar caminando en esa misma dirección, mueva dónde me mueva, cómo solo una prolongación del camino, del espacio, del mismo recorrido.
Que importante para nosotros los viajeros donde a veces una “casa” nos dura solo un par de días.
Que importe ese acto de alojar nuestros pequeños-grandes objetos y darles un espacio, aunque sea en un marco de ventana, una repisa, un libro, un platito o una cajita de cartón doblada con amor.

Hacerles lugar y encontrar el nuestro en el mismo proceso dialéctico.
En ese tiempo de construcción, de pausa, de centro.
Ahora, hasta cuando me siento en un bar a trabajar me llevo mis 2 cuarzos enormes y los pongo sobre la mesa cerca mío. La gente me mira. Yo me siento en casa, esté dónde esté…
Cuando casa se mueve con vos no necesitas mucho más.
Cómo viajerx, son esos momentos que te das cuenta que CASI lo entendiste todo ♡
"Casa" no es un lugar físico, es una sensación, un sentimiento.
Y entonces casa puede ser también esa moto cargada con todos tus objetos, que te ancla, que se mueve con vos, que te recuerda quien eres, que haces y como vas.
Esa casa-móvil,
que te acompaña
en el viaje
de la vida
que elegís.
Acá estamos… Otorgando sentidos,
encontrando la estabilidad en el movimiento, aprendiendo a hacer de cualquier lugar mi casa. Como el zorro y El Principito.



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Gracias a mis hermanas por las fotos, la compañía en el caminar, la valentía y la inspiración,
que te da más fuerza
para seguir construyendo con más intención tu propio refugio ❦
Casitas de Eri, Rochu, Eve, Sarah, Gaby y Greti, desde Copenhague, Dharamkot, Cerdeña y el mundo entero ♡
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